miércoles, 3 de agosto de 2011

Sorpresas en Mónaco


Ayer estaba siendo un día de lo más aburrido, con el dueño y algunos invitados a bordo, cuando mi pacífica tarde se vio perturbada por la llegada de un barco que iba a atracar a nuestro estribor.

Estábamos preparando un par de defensas por si las moscas cuando un compañero me dijo que el barco en cuestión tenía bandera española y que debía llevar invitados argentinos a bordo porque tenía una pequeña bandera blanca y celeste en lo alto del palo.

Pero resultó que tal bandera era la gallega y el velero el Espíritu del Xarey, viejo conocido que suele pasar parte del verano entre Cíes y Sanxenxo. Casi fue como tener un trozo de casa al lado.

Y cuando estábamos a popa viendo como mis paisanos acababan de amarrar el barco llegan el capitán y el armador de cenar fuera y me dicen: ¿Te apetece venir a ver un partido de fútbol en directo? Las últimas palabras se las dijeron a mi sombra mientras  yo me cambiaba a supervelocidad. Si el otro día dudaba de lo de las invitaciones futbolísticas, ahí tenía un ejemplo.

Así que allí fuimos, como en un chiste, un español, un portugués, un francés, un inglés y un greco-chipriota al estadio Luis II a ver el amistoso entre el Olimpic de Marsella y el Manchester United.

No fue el mejor partido de mi vida pero sí el más raro. El Manchester jugó con el segundo equipo prácticamente más algunas viejas glorias invitadas como Barthéz o Ginola. El Olimpic, con casi todo el equipo titular y sin ningún tipo de compasión ganó 8-2. No recuerdo haber visto nunca tantos goles en directo en el mismo partido. Pasamos un buen rato. Además, como dice mi abuelo:

A caballo regalado no le toques los cojones.

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