viernes, 16 de enero de 2015

Allá donde fueres



Total, que me he comprado una bici. De segunda mano. Fui un día, la vi, volví dos días más tarde y costaba diez euros más. Estafadores. Pregunté en la tienda si aparte de vender cosas de segunda mano también las compraban. Pregunta estúpida donde las haya ya que evidentemente no las van a fabricar usadas. El chico no se dejó impresionar por mi estupidez y contestó que dependía de que cosas. Yo le respondí: “Cosas como esta bici”.

Esto tampoco le impresionó pero lo desconcertó mucho. Pasé los siguientes minutos explicándole que prefería comprar una bici a alquilarla porque me salía más barato pero que pensaba revendérsela en un par de meses a ellos mismos. El dependiente, un chico rubio y delgado de 20 años como mucho, con bastante acné y que me sacaba dos cabezas, me miró con cara de “pero que van coñen me está contando este tío” pero simplemente respondió con un escueto: “Oh”.

Después de pagar (de más), el siguiente desafío fue meter la bici en el Opel Meriva de mi compañero. Durante un segundo cruzó por mi cabeza el pedalear hasta casa, pero llovía y todo el mundo sabe (menos los holandeses) que cuando llueve no se anda en bici. Por eso hay una obra que se llama “Las bicicletas son para el verano” y no hay ninguna que sea “Vivan las bicis manque llueva”.

Ahora descansa aparcada enfrente del bungaló. Se ve que es vieja, está algo rayada y no estoy seguro de que ande bien. Ni siquiera tiene frenos, es de esas que frenas pedaleando hacia atrás.

Seguro que una cámara GoPro Hero 4 Silver le queda monísima en el manillar.

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