domingo, 25 de enero de 2015

Aventuras en la nieve (y II)



Después de desandar lo andado y tres kilómetros más, llegué al piso una hora y cuarto más tarde de lo esperado. Y llegué sudando bastante la verdad. Lo que me hizo preguntarme como hará Spiderman con el traje ese de licra todo el día por debajo de la ropa en verano en Nueva York, donde la temperatura media oscila entre los 20 y los 28 grados centígrados. No le debe llegar lo que gana en el periódico para pagar tanto desodorante.

Cuando salí de ver el piso había salido el sol. Recuerdo que hace mucho tiempo, en un capítulo de “Los Trotamúsicos” el gato decía que no le gustaba meterse debajo de un árbol cuando llovía porque así era como mojarse dos veces. No es que “Los Trotamúsicos” sean un referente de pensamiento filosófico (que le vas a pedir a una banda cuyo líder se llama Koki), pero siempre pensé que aquello era una estupidez enorme y sin ninguna lógica. Pero resulta que la afirmación de Burlón cobra sentido cuando en vez de lluvia se trata de nieve. Después de haber nevado, te mojas mucho más debajo de un árbol que fuera del abrigo de este.

Total, que visité el centro de Nijmegen y me gustó. Pero a las cuatro y algo de la tarde cogí el tren de vuelta. Llegué a Oss y cogí la bici para volver rápidamente al bungaló. No es que tuviera prisa, pero al anochecer iba a hacer un frío de la leche y no quería que me pillara fuera. Mientras pedaleaba iba viendo de reojo como el sol se iba escondiendo cual Will Smith en “Soy leyenda”. O cual muñeco del Minecraft.

Llegué cansado. Desde que llegué a Holanda compenso cinco días de no mover el culo con dos de actividad frenética. Mañana me lo tomaré de descanso.

Por cierto, ya tengo vuelo para ir a casa. En dos semanas ahí.

El siguiente tren será el que me lleve al aeropuerto de Eindhoven.

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