El plan:
Salir temprano en bici hasta la estación de Oss. Allí coger un tren hasta
Nijmegen y caminar los tres kilómetros hasta el piso que estamos pensando en
alquilar. El objetivo: Llegar a las once, hora a la que había quedado con la
propietaria.
Primer
problema. Me levanto y está nevando fuerte. Pienso en anular la cita, pero
mientras me ducho y desayuno ya ha parado. Por si acaso, me pongo camiseta y
pantalones térmicos. Son ceñiditos y todo negros. Me miro al espejo y me siento
como a medio camino entre Ned Flanders en la nieve (“Es como si no llevara naadaaa”)
o un X-Men bajo de forma.
No me gusta
la nieve y no me encanta andar en bici, pero tiene su encanto cruzar el camino del bosque siendo el primero en dejar huellas en la nieve recién caída.
El encanto se esfuma a los dos minutos, que es lo que tardo en tomar una curva
un poco cerrada. La bici derrapa y provoco una colisión múltiple entre el
sillín, mi pierna derecha y el huevo del mismo lado con desagradables
consecuencias. Por el camino me quedo con las ganas de preguntarle a un vecino
que tal funcionan sus placas solares con cinco centímetros de nieve encima.
Segundo
problema. Resulta que Nijmegen tiene tres estaciones y yo cojo el tren que no
para en la que me conviene. Tengo que bajarme en la estación central y coger
otro que me lleve en dirección contraria. Ya voy a llegar tarde.
Tercer
problema. Entre las prisas y el cambio de trenes, bajo a la estación algo
desorientado. Le pregunto a una pareja por la dirección a la que tengo que ir.
Dudan, pero después de mirar el móvil me indican una calle ancha. Compruebo que
en mis notas para llegar al sitio también figura dicha calle. Pero cuando llevo
quince minutos andando mi sentido arácnido se activa. No me extraña, al fin y
al cabo llevo el traje del Spiderman negro de ropa interior. El caso es que
estoy a punto de cruzar un río que no me suena. Al final decido activar
internet en el móvil para ver dónde narices estoy.
Resulta que
la parejita me indicó la calle correcta, pero en dirección contraria. Increíble
que aún no sepa ningún insulto en holandés llevando aquí tres semanas, pero me
cago en ellos en todos los demás idiomas que sé.
Continuará…
KAKA!
ResponderEliminarThat was my son´s first word.
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