jueves, 19 de mayo de 2011

De Rodas a Poros


Cuando navegamos, hacemos guardias de cuatro horas en el puente. La mía es de 12 a 4. Por la tarde y de madrugada. Está bien una vez tienes un par de días de navegación por delante. Tu cuerpo se acostumbra al horario y cada 24 horas tienes 8 de trabajo, 8 de sueño y 8 de ocio. Como debería ser.

Pero cuando las travesías son de un día o menos es una auténtica tortura. Sobre todo la aburridísima guardia nocturna, en la que si todo va bien a veces te pasas 4 horas seguidas mirando a la oscuridad sin hacer nada más que tomar la posición cada hora.

Lo bueno que tiene navegar por el mar Egeo es que es imposible ir del punto A al B sin cruzarse con cientos de islas, Nísos las llaman por aquí, por el camino. De manera que por lo menos te entretienes con el paisaje cambiante durante el día y cambiando de rumbo cada poco tiempo por la noche.

Esta travesía no estuvo mal del todo. En nuestra guardia de día vimos una ballena que nos estuvo acompañando un buen rato. Es increíble como hasta al marinero más curtido le arranca una sonrisa el ver un delfín, una ballena o una tortuga cerca.

En la guardia nocturna pudimos observar durante más de tres horas la tormenta eléctrica más violenta, larga y espectacular que he tenido ocasión de ver en mi vida.

Temprano por la mañana y sin haber dormido mucho llegamos al pequeño pueblo de Poros, a sólo un par de horas de Atenas, dónde me esperaba La Pesadilla del Marino Moderno, de la que os hablaré mas tarde.

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