viernes, 20 de mayo de 2011

La Pesadilla del Marino Moderno


Hace tiempo que los marinos dejaron de tener pesadillas con diabólicas ballenas blancas, con icebergs del tamaño de edificios que aparecen de la nada o con rocas que no vienen marcadas en las cartas. Incluso con la que está cayendo en Somalia, tampoco los piratas que han cambiado el sable por el Kalashnikov  nos quitan demasiado el sueño. Esas cosas van en el sueldo.

Lo que de verdad nos inquieta, lo que hace que te despiertes en mitad de la noche empapado en sudor es la idea de que tu mejor amigo a bordo, tu vínculo con tu casa y con el mundo, tu centro de ocio definitivo, tu ordenador portátil, deje de funcionar. He visto a amigos insultarse por culpa de una conexión a internet compartida y un compañero decir que el peor día de su vida fue cuando le robaron el portátil.

Lo único que ha avanzado considerablemente en los últimos diez años han sido las telecomunicaciones. Para la gente normal ha sido una pequeña mejora en la calidad de vida: Poder saber en segundos y en el medio del monte quien coño eran Tristán e Isolda, poder hacer una videollamada a las cuatro de la mañana cantando “oliñas veñen” y cosas así. Para la gente que pasa meses fuera de casa y embarcado este avance es vital para mantener el contacto con todo lo que se deja atrás.

Por eso la mañana que llegamos a Poros y vi que mi portátil no funcionaba primero casi me da algo y en segundos estaba jurando en arameo. No podía ser que eso me pasase por segunda vez. Suerte que el segundo de máquinas está puesto en electrónica y en cuestión de una hora y algo y con un trabajo delicadísimo más propio de un artista que de un técnico pudo solucionarlo.

Le debo una birra, pero vive Dios que se la ha ganado.

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