sábado, 14 de mayo de 2011

Limassol y la mafia yugoslava


La ley de Murphy es universal y por supuesto también es aplicable al mundo de los yates con algún que otro corolario. Un ejemplo: Si algo puede salir mal saldrá mal en el camarote del armador. O la que viene al caso: Si en una ciudad hay más de un puerto o marina, el yate estará siempre atracado en el que esté más lejos y peor comunicado con la ciudad. Así que no me sorprendió  descubrir que si quería dar un paseo tenía por delante tres kilómetros hasta la entrada del puerto y otros tres hasta el centro de la ciudad.

Por eso, en mi primera tarde libre, acepté la invitación de un par de compañeros a ir en coche a tomar un café a la ciudad con unos amigos suyos que vivían allí desde hace tiempo. Así me vi envuelto en una de esas extrañas situaciones que el trabajar en barcos a veces te depara: Tomarte un café en Chipre, con el Manchester United – Blackbourn de fondo acompañado de siete croatas y dos montenegrinos. He de decir que mi experiencia con los croatas en general no puede ser mejor, pero es difícil seguir una conversación en la que sólo entiendes “dobro” y los insultos.

Después de hablar un poco en inglés – croata –español con ellos (es sorprendente como mundialmente se conoce la frase en español “mucho trabajo poco dinero) me fui a dar una vuelta por Limassol. 

Limassol tiene un paseo marítimo bonito con una playa interesante aunque con la arena gris tirando a negra y una parte vieja con un castillo medieval que estará muy bien cuando terminen de restaurarlo todo. El griego tiene un acento muy parecido al español así que da la sensación de que todo el mundo  habla tu idioma y sin embargo no puedes entender nada. Eso junto con el aspecto mediterráneo de la ciudad le da a uno la sensación de encontrarse en Cartagena (tampoco allí se les entiende mucho) sólo que aquí huele a kebab en cada rincón.

Me hubiese gustado ver algo más pero mañana ya partimos hacia Turquía. Próxima parada: Marmaris.

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