sábado, 19 de noviembre de 2016

Cruzando el Atlántico. Día 5

¡Por fin vierneeeees! A no espera que aquí eso no significa una mierda. Bueno en realidad sí. Si mantenemos esta velocidad llegaremos a nuestro destino exactamente en una semana. No se consuela el que no quiere.

En otros barcos los viernes es el día de desayuno inglés. En los barcos gallegos el domingo se come cocido ya estés en el medio del Atlántico o en Malasia. Aquí el viernes es el día que sigue al jueves y precede al sábado.

Mañana tranquila jugando al hundir la flota en el puente. Día nublado pero menos viento y mar de fondo. De alguna manera parece que vamos esquivando la lluvia. O quizás ella nos esquive a nosotros.

En una de esas horas muertas, y pensando en lo de E.T. me di cuenta de que nunca he escrito sobre eso. Mi mayor clásico junto a “El extraño caso de la mierda en el salón” se merece algo mejor. Prometo un “Por qué odio a E.T.” en los próximos días. Quizás cuando lleguemos.

Últimamente estoy jugando menos al ordenador. El Izarra nos eliminó del play off de ascenso pero los chicos lo dieron todo. Nada que reprochar. Al fin y al cabo ya era un milagro estar ahí. Estoy llegando a la mitad del libro. Cada vez me está gustando más. Además me está despertando las ganas de volver a jugar al Minecraft. He hecho algo de ejercicio, no mucho sinceramente, tres de cinco días.

Dos compañeros se han puesto a dieta. ¿Sabéis esos cruasanes que son 95 por ciento mantequilla y un 5 por ciento harina que se le quedó entre los dedos al panadero? Ellos lo suelen untar en más mantequilla hasta que la concentración es del 120. Les doy tres días.

Los plátanos que compramos en Gibraltar siguen estando más verdes que Hulk sólo que bastante más duros. Hemos hecho un experimento para ver cómo maduran antes. Si es que maduran. Hemos puesto unos pocos en la sala de máquinas dónde la temperatura es mayor. Otros al sol en cubierta. Otros en una bolsa de plástico con una manzana.

Hagan sus apuestas.

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