martes, 22 de noviembre de 2016

Cruzando el Atlántico. Día 7



Domingo, día del Señor. Por fin un cielo estrellado. Bueno al menos la parte del cielo libre de nubes. Y por fin tuve la oportunidad de ver las primeras estrellas fugaces. No creo mucho en lo de pedir deseos. Ni a las estrellas, ni a Dios ni a nada, pero la última vez que lo hice pedí dos cosas y las dos se cumplieron. Quizás porque en el refrán: “A Dios (o a las estrellas) rogando, pero con el mazo dando” me quedo más con la segunda parte.

Después de que amaneciese tuvimos un arcoíris doble bastante bonito entre las nubes. Y encontramos los primeros peces voladores muertos en cubierta. Una guardia de lo más animada.

Por el día más de lo mismo. Lectura y ver pasar títulos de películas. Por cierto al libro le queda poco y cada vez está más interesante, por suerte, parece ser que hay cuatro más. Espero conseguirlos al llegar a casa. O cuando nuestra conexión a internet sea algo mejor.

Durante las horas de la tarde por fin pasamos el medio y medio del Atlántico. Y vimos un pájaro. Anda que no le queda nada hasta llegar a tierra. El marinero de guardia comentó, muy inteligentemente, que estábamos en el mejor sitio del mundo para sobrevivir una epidemia zombi. Cada vez me cae mejor este chico.

Cuando terminamos la guardia y volvimos a la zona de tripulación todos los que estaban allí nos miraban de forma rara. Nos quedamos unos segundos con cara de tontos preguntando qué pasaba, hasta que escuchamos en la tele “E.T. phone home”. Parece ser que sólo se ponen de acuerdo en ver una peli por joder.

Serán idiotas.

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