miércoles, 23 de noviembre de 2016

Cruzando el Atlántico. Día 9



Basta con saber que puedes dormir una hora más para hacer cualquier otra cosa menos dormir. Para ser sinceros tampoco es que la necesite tanto, llevo sin hacer ejercicio tres días, así que no es que esté físicamente muy cansado.

Me desperté con buenas noticias desde casa. Un nuevo nacimiento en el grupo. Madre e hija bien. Él también pero nos da un poco igual. Entre mandar emails y hacer los informes de los simulacros de ayer volvió a pasar la guardia bastante rápido. Además ahora tenemos cuatro horas de diferencia con España, así que ya hay gente despierta con la que poder hablar cuando me levanto.

El calor me animó a hacer un poquito de ejercicio. A los cinco minutos ya estaba sudando como un cochino, pero me obligué a seguir treinta y cinco más. Al salir de la ducha comida sorpresa: Fabada. No le puedes decir a un cocinero letón que se ha molestado en hacer fabada con ingredientes gibraltareños pensando que es una receta de tu tierra que no te apetece porque fuera hace 27 grados. Así que me la comí. A fabada no sabía mucho, pero estaba buena igualmente.

El libro de Millenium empezó lentísimo, pero parece que por fin pasa algo. Por cierto, no sé cómo serán los títulos de estos libros en sueco, pero en inglés y en español no se parecen ni por asomo.

La guardia de la tarde pasó sin incidencias, lo que me permitió leer un poco más. Cada vez se ven más peces voladores, lo que es un coñazo, porque llenan la cubierta de sangre y escamas.

Estamos deseando llegar.

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